sábado, 23 de febrero de 2008

Las muchachas nacen silvestres, memoria de una visita


Un texto leído por Pedro Arturo Estrada el Jueves en Debluss Bar. En cuanto a aquel día, nada del otro mundo, o mejor, todo de otro mundo. Un poeta habló con un puñado de asistentes (ni más ni menos, apenas los necesarios), compartió algunas visiones sobre la vida. Leyó algunos poemas con voz dulce, con el tono de quien ha contemplado siempre con interés nuevo la espalda del mundo.
Que nos haya visitado un poeta como Pedro Arturo, en el marco de nuestra celebración, es prueba de que la poesía es todavía un camino en tiempos aciagos. Nada más hay para decir de aquella noche hermosa.
A mitad de la velada poética, el desfile de la procesión pasó por allí, ruidosamente, con con los bombos y platillos acostumbrados. Paramos el recital para ver pasar al pueblo, y al caído, luego de que Pedro Arturo nos contase de la vez que uno de los famoso milagros del ídolo girardotano le salvó la vida cuando niño. Todos nos reímos. Sin el milagroso caído en guerra contra la barbarie que aquí tenemos bien cuidado en un altar, pedro no hubiese entrevisto nunca el milagro de la poesía.

La Biblioteca quiere compartir por este medio, con todos los amables lectores, un poema en prosa que fue leído aquella noche.


Las muchachas nacen silvestres

Una muchacha puede nacer y crecer instantáneamente en cualquier lugar y hora. Producto natural de la tierra, brota de repente en un parque público, una esquina de barrio, una puerta humilde, una estación de metro, un hospital a las dos de la madrugada, un cementerio bajo la lluvia. Hay poderosas fuerzas espacio-temporales que se concitan alrededor de estas apariciones de muchachas que, según los especialistas, suelen clasificarse en grupos o variedades casi infinitas. No es lo mismo —digamos— una muchacha de parque metropolitano que una de jardín pueblerino. La primera, es obvio, tendrá mayor tamaño y aspecto pero su color, su brillo, serán de menor duración dada la impureza ambiente mientras la segunda, más fina, más fresca, mantendrá un encanto íntimo, perdurable. Así mismo, se acentúan los matices entre muchachas surgidas de la noche y las que afloran por la mañana o se reproducen como muñecas de acrílico en los centros comerciales.

Pero es un misterio indudable cómo se dan silvestres las muchachas y también, cómo desaparecen de golpe, dejando en el aire la fragancia a veces dulce, a veces áspera o venenosa de su paso fugaz en nuestras vidas.

(1999)


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